Uno de los tiempos más fuertes e interesantes del proceso de formación cristiana de los jóvenes es el que tiene lugar en torno al sacramento de la Confirmación. Los jóvenes a esa edad, aun con sus carencias y condicionamientos sociales contrarios, están abiertos a Cristo y a su Evangelio, que ejercen todav¡a un misterioso poder de atracción sobre ellos. Y la iglesia, cuando se hace cercana y servidora en sus miembros, a semejanza del Buen Pastor, todav¡a tiene un poder de convocatoria del que carecen otras instituciones sociales que acaparan los medios y las influencias de este mundo.Pero, por lo general, logrado el acompañamiento que precede al sacramento de la Confirmación, suele faltar una continuidad eficaz en el per¡odo de la post-confirmación, que es un momento cr¡tico y verdaderamente crucial para el sentido cristiano de los jóvenes.Es preciso convocarlos a convivir en la Iglesia, hogar en el que han de encontrar una fuerte experiencia de amistad, en el que se avivan los ideales que construyen la paz y llenan de sentido y de esperanza, y en el que se adquieren energ¡as para caminar y luchar juntos, en unión viva con Cristo y los hermanos, por obra del Esp¡ritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. As¡, la presencia consciente del Esp¡ritu Santo en la vida de los jóvenes debe ser para ellos -y, desde ellos, para los demás- un continuo Pentecostés.
