León y sus amigos, Chip y Lara, son los caballeros Corazón de Dragón en el Mundo Invisible, a pesar de que en su mundo real son unos chicos normales. Cada vez que un peligro acecha el Mundo Invisible, han de acudir para enfrentarse a él.
Pero a León le ocurre algo extraño. Oltimamente tiene "pesadillas" en las que, en lugar de utilizar su astucia y el poder mágico de su espada, se deja llevar por la ira y destruye mediante la fuerza a sus adversarios. En una de esas "pesadillas", León se encuentra en un lugar del Mundo Invisible, en la Torre de los Relojes de la Vida, donde cada habitante de ese mundo tiene su correspondiente reloj. Allí ha de enfrentarse a los guardianes de los relojes, los temibles cuervos de hierro, y con gran rabia hace añicos a uno de ellos.
León está muy preocupado, y se plantea incluso abandonar su puesto como Caballero del Dragón. Cuando los tres chicos acuden al Mundo Invisible, reclamados por el dragón Jock, éste les lleva a un extraño lugar. Es la Torre de los Relojes de la Vida, con la que había soñado León. Allí se encuentran con los cuervos de hierro que, para sorpresa de León, no les atacan. Por el contrario, les enseñan que algo raro está pasando con los relojes de su propia vida. Los relojes de los chicos están acelerando cada vez más su ritmo a medida que se van fragmentando en relojes más pequeños. Esto quiere decir que, si no lo impiden, sus vidas acabarán pronto.
León se da cuenta de que sus pesadillas no eran realmente pesadillas, sino que cada vez que se fragmenta su reloj y aparece otro más pequeño, un doble suyo que actúa independientemente de él. Por lo tanto, él no fue quien destrozó a aquel cuervo de hierro.
Los chicos sospechan que detrás de todo esto se encuentran los tres hermanos magos, Lixus, Wurrus y Carrus, a los que derrotaron hace algún tiempo. Así, los protagonistas van en busca de los magos y, tal y como sospechaban, descubren a Linux haciendo un conjuro que crea dobles de los tres, lo que acelera el reloj de su vida. León se enfrenta a Lixus, pero esta vez no con el uso de la fuerza, sino mediante una astuta treta que provoca que el mago cese en su intento de matarles. Con la rendición del mago, todos los dobles que había creado se desvanecen y los relojes de sus vidas recuperan el ritmo habitual.
Una vez en su mundo, León está animado a seguir defendiendo al Mundo Invisible. Además, ahora incluso su padre, al que nunca le había hecho la menor gracia que su hijo fuese el Caballero del Dragón, se muestra comprensivo.
