Pedro y Federico son buenos amigos. Pedro y Federico viven en ciudades distintas. Pedro y Federico se escriben cartas cortas, cartas largas, cartas cariñosas, cartas insultantes, cartas atropelladas, cartas meditadas, cartas angustiadas, cartas hilarantes, cartas de postulantes a la gloria, al éxito rápido o, sencillamente, a la supervivencia. Porque Pedro y Federico son, o aspiran a ser, escritores y todos sus anhelos, incertidumbres y miserias girar alrededor de cierta palabra mágica: literatura. Texto sin duda melancólico aunque casi siempre ácido, El destino no estaba en las cartas indaga, desde su estructura de novela epistolar, en las luces y sombras del camino literario, arrojando una miradda experta y nada complaciente sobre la abigarrada fauna que nutre el universo literario: críticos, editores, lectores y, cómo no, escritores.
