Había un tipo que podría ser cualquiera si ante un espejo refleja humanidad. Retazos de un ser sincero e imperfecto cuya intensidad esculpe su propio epitafio. Suyas son todas las ambivalencias. Ama, pena, escapa y se posiciona frente al mundo, mece el inicio de la vida y acompaña la muerte. Le persigue la nostalgia mientras inventa mañanas. Se deleita con las palabras, el viento y el sexo y dibuja corazas de duelo o amaneceres. Cuestiona el poder y se caga en quien lo ostenta, maldice una sociedad enferma pero abraza la vida que aún nos queda. Todo lo humano cabe en estas líneas, sumergidas en un universo pictórico que convierte cada página en una obra de arte exclusiva. Maldomado, tras el Frío de la Jindama y No te vendas, hermano, no te vendas, vuelve a sorprendernos con su polifacético sentido de la estética y la creatividad. Un libro que es necesario degustar despacio para percibir todos sus matices.
