Son muchos los crÃticos que siembran pesimismo escudándose en las desigualdades sociales, sin considerar la escasa sensibilidad de las sociedades preindustriales hacia la pobreza, y desconociendo el acusado descenso del número de personas que viven todavÃa hoy por debajo del umbral de la pobreza extrema que se encuentra en torno al diez por ciento de la población mundial, frente al cuarenta por ciento de hace sólo treinta años. Si la globalización ha castigado a algunos, estas son las clases medias de los paÃses desarrollados. En un futuro cercano las hambrunas y el analfabetismo quedarán erradicados si las guerras no lo impiden, y muchos paÃses podrán doblar su renta per cápita en veinte años, cuando hoy necesitan casi treinta. Pero la presión que esto generará sobre los recursos mundiales exige la puesta en práctica de ôpolÃticas de oferta sosteniblesö que sustituyan a las aplicadas hasta ahora y que terminan elevando los endeudamientos de todo género, y que han quedado obsoletas.