En " Las mañanas del café Rostand " IsmaÃl Kadaré evoca el café en el que tantas horas pasó desde su primer encuentro con ParÃs al principio de los años setenta, gracias a que el régimen comunista, que imponÃa su dictadura en su Albania natal, tuvo a bien el permitirle salir del paÃs unos dÃas para trasladarse a la capital francesa a petición de su editor.
Kadaré nos cuenta las primeras sensaciones que sintió al verse en ParÃs y la relación especial que desde entonces mantuvo con esta ciudad que años después le acogió permanentemente cuando pudo dejar su paÃs. Durante años, cada mañana, aún hoy en dÃa, ha pasado las horas escribiendo sobre una de las mesas del café Rostand, frente a los jardines de Luxemburgo. Por las páginas de " Las mañanas del café Rostand " pasan los recuerdos de sus vivencias en Tirana y Moscú, sus amigos de juventud en una Albania opresiva y gris, sus primeras lecturas de " Macbeth " , su pasión por las tragedias griegas, la libertad que vive intensamente en sus paseos por ParÃs, los escritores a los que tuvo ocasión de conocer, las " cosas inexactas, por no llamarlas " irresponsables " " que se le " ocurrÃan normalmente en España... " .
El café Rostand simboliza esa vieja tradición de los cafés franceses centroeuropeos y balcánicos, punto de encuentro del arte, la cultura, la literatura y lugar de debate de las cuestiones cotidianas. Refugio del escritor y lugar de inspiración, el café Rostand como hilo conductor permite a Kadaré evocar los cimientos de su vida literaria, la de un escritor a caballo entre sus raÃces y sus sueños.