La obra de Eugenio Milet Rodríguez, en especial la del periódo 1982-1985, supuso la llegada de un aire fresco al panorama de la poesía canaria. Frente a los convencionalismos que frecuentaban la mayor parte de los escritores de aquellos años, frente al mimetismo de las estéticas importadas -entiéndase novísimos y posnovísimos- esta poética surge para remorder las conciencias, para aportar la pureza del lenguaje, el ritmo que tantos escritores olvidaron, más fascinados por las imágenes onírica.