En un registro que va del diario íntimo, a la crónica urbana y donde asoma sorpresivamente la poesía, Suárez parte de las canciones pop, grandes educadoras sentimentales de la época, para llegar a una educación sentimental más íntima. Que se nutre de historias de amor, desamor, de las confesiones de las amigas, de los relatos fundacionales de los antepasados, de los hijos nacidos y por venir, y que no se detiene ni en los sueños.
Una educación sentimental que no lleva a otra conclusión que "el amor es el juego de perder". Sin embargo, también descubre que a veces después de un largo silencio, viene una canción escondida.